Si bien productos de entretenimiento como los libros y las cintas de «50 sombras», el filme, «El Profesor Marston y las Mujeres Maravilla» y la novela gráfica, «Sunstone», publicada por Image Comics han sido severamente criticados por su empalagoso romanticismo, es de destacar que colocaron al llamado BDSM en medios mainstream, y aunque no abundan en la naturaleza de esta práctica sexual, sí eliminan ciertos tabúes alrededor de las fantasías pertinentes.
Por Daniel Flores
Así, el Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión y Sadomasoquismo ha abandonado su condición totalmente inmoral para convertirse en el foco central de textos, películas, cómics, videojuegos y arte en general, el cual se ha popularizado gracias a que las sociedades requieren estallar en nuevas expresiones e identidades sexuales. De hecho, la mayoría de los especialistas sugieren que todos y cada uno contamos con una perversión sexual, entendida ésta como algo que se sale de la estricta norma del placer entre dos personas, es decir: ponerle, su lechita y a dormir.
Como ya se ha mencionado, uno de los precursores de este movimiento es William Moulton Marston, el creador de «Wonder Woman», quien desde 1941 colocó en miles de puestos de periódicos un catálogo de poses bondage, en las que la máxima súper-heroína del cine y el cómic era atada, amordazada, encadenada, cloroformada, sometida y dominada, al igual que sus hermanas amazonas o sus compañeras de fraternidad, eso sí, usualmente por otra mujer, una villana como la «Doctora Veneno» o «Cheetah», lo que mostraba claramente la preocupación de Marston por no iniciar una guerra de géneros.
En la cinta «El Profesor Marston y las Mujeres Maravilla» (2017), de la directora Angela Robinson, se explora esta faceta de Marston, quien logró convencer a su esposa, Elizabeth Holloway, una destacada psicóloga, y a Olive Byrne, su alumna y amante, de vivir en una relación poliamorosa, bajo el mismo techo, y claro, con abundantes juegos sexuales de dominación y sumisión.
Si bien al día de hoy no se ha podido realmente entender la filosofía de Marston en torno al empoderamiento femenino, mezclado con estas tendencias sexuales, a la Unión Americana, al menos la más recalcitrante y moralina, le duele que el brillante psicólogo haya logrado quitarle a sus compatriotas la venda de los ojos en cuanto a las mil y un posibilidades que ofrece el placer.
Otro película sobre el BDSM disfrazada thriller es «Bound» (1996), la ópera prima de los Hermanos Wachowski (hoy, las Hermanas Wachowski), en torno al romance lésbico entre una ex convicta, «Corky» (Gina Gershon) y la novia de un mafioso, «Violet» (Jennifer Tilly). Gran parte de las escenas se concentran alrededor de este par de chicas atadas y dominadas por «Caesar» (Joe Pantoliano), el novio en cuestión, quien sabe que ellas le han robado una gran cantidad de dinero y lo han ocultado, sin embargo, justo esa presión contra las aparentes débiles víctimas, hace que éstas liberen todo su poder sexual. «Corky» logra liberarse de las ataduras, metáfora de las restricciones sociales, y cual «caballera andante» salva a su amada «Violet», quien a su vez, recurre a una especie de inteligencia sexual para manipular a su pareja masculina y a sus poderosos jefes mafiosos.
Igualmente, un director declarado abiertamente fan del bondage es el español, Pedro Almodóvar, quien en películas como «Átame» (1989) y «Kika» (1993), se da vuelo con tramas que mezclan el humor negro con ideas de liberación y aceptación sexual, así como fetiches abrazadores que incluyen esposas, mordazas, cuerdas, pañuelos y cualquier objeto capaz de restringir los movimientos del dominado o la dominada, destacando el traje de piel sintética que porta Elena Anaya durante la cinta «La piel que habito» (2011), una auténtica prisión no sólo para el cuerpo, también para el alma.
Es importante no confundir la expresión BDSM plasmada en el Séptimo Arte, como sucede en la trilogía de «50 sombras de Grey», con secuencias que conforman parte de la trama, en la que el héroe, la heroína o la víctima son sometidos (as) y atados (as) por el malvado en turno, como sucede con «James Bond» (Sean Connery) en la icónica escena de «Goldfinger» (1964), en la que «007» está sujeto a una mesa, a punto de perder su masculinidad merced a un rayo láser que avanza lentamente, o bien, la secuencia en que Scarlett Johansson como «Black Widow» en «Avengers» (2012) combate a sus captores, amarrada a una silla en entallado vestido corto, negro.
Sin embargo son justo este tipo de escenas las que provocan el despertar hacia el BDSM, las cuales son incluso más sensuales que las creadas con dicho concepto, ya que como espectadores nos sorprenden, caen sin previo aviso, acelerando la respiración y el ritmo cardiaco en aras de un gozo absoluto, denostado por muchos, adorado por otros tantos.
Otros filmes clásicos en los que se maneja la dominación y la sumisión son «El coleccionista» (1965) de William Wyler, basado en la novela de John Fowles, en la que un asesino serial interpretado magistralmente por Terence Stamp, secuestra a una inocente joven, Samantha Eggar, durante varios días, haciéndole creer que tarde o temprano la dejará libre, destruyendo su sicología. Destaca también «Bella de día» (1967) de Luis Buñuel con Catherine Deneuve y «Secretaria» (2002) de Steven Shainberg con Maggie Gyllenhaal y James Spader.
Así, desde dibujos animados como «Los peligros de Penélope» (1969) hasta cortometrajes que mezclan la narrativa del cómic con el bondage, caso «Paula Peril» (2007), los placeres del BDSM en su forma más light continúan seduciendo y atrayendo fans, deseosos de explorar otros caminos y conformar una diversidad de prácticas sexuales, siempre consensuadas.
Este texto no es un tratado sobre el BDSM, simplemente es un acercamiento para quien desee ir más allá de lo socialmente aceptado y halle en las películas una interminable ola de satisfacción.